domingo, 20 de marzo de 2011

La máquina sin nombre propio.

~ 10min

--- La época dorada ---

Hace mas o menos tres años, Febrero-Marzo de 2008, cuando me sacaba el caro carnet de conducir [B], mi padre me pasó su coche, un Opel Corsa swing 1.5 del año 94. Fue suyo desde que yo era niño, y en él teníamos charlas sobre la vida, tanto en el sentido cotidiano como en el más profundo. Con éste, comencé mis primeras prácticas con él al lado por barriadas cercanas y algún polígono industrial a horas nocturnas.


Para estrenar el carnet a solas, recorrí la autopista hacia Andratx y la carretera hasta Esporles, carretera de montaña como para empezar con algo serio, mientras en la radio con Mp3 me acompañaba por banda sonora la discografía de Rhapsody of Fire. Poco después, mi madre me probó por los callejones mas estrechos de Palma y posterior subida a Na Burguesa, destacada por su calidad en curvas y pronunciada pendiente.

Debo admitir que los primeros meses fueron los más desgarradores (para los neumáticos), y que conducía como si le diera un mérito de pre-jubilación al coche. Aún así, aguantó mucho más de lo esperado. Fue en Octubre de ese mismo año, cuando mi pareja y yo nos mudamos a vivir juntos, que el Corsa marcó su época dorada. Ella venía por primera vez a Mallorca, saliendo del aeropuerto con ella de copiloto y su hijo detrás suyo, yo dejé la mano sobre la palanca de cambio de marchas y ella sobrepuso la suya, mientras cruzábamos el paseo marítimo de Palma. Durante las siguientes semanas recorrimos la isla entera, empezando por el puerto de Deià, descubrimos cada costa, cada punta y cada carretera viable. Muchos de esos lugares eran tan nuevos para ella como para mí.

En Abril del siguiente año, conseguí el permiso [BTP] para conducir el taxi con mi madre, lo que fue -y sigue siendo- fuente de ingreso para la subsistencia familiar. Un año y medio después, en la primera semana de Octubre de 2010 ella consiguió el carnet de conducir con lo que el Corsa volvió a ser coche experimental para otra [L], esta vez en manos de una persona más precavida que yo, también suponiendo que fuera así hasta que el coche se escacharrase.

--- El declive ---

Mientras esto ocurría, mi madre -propietaria de la licencia de taxi- y yo nos planteamos si cambiar el vehículo que teníamos por taxi siendo que traía encima sus ~400.000km, pero la situación era bastante precaria como para someterse en una deuda más, porque el trabajo no es que se diga lucrativo (desde los últimos dos años, no lo es en absoluto), y decidí confiar en la longevidad del Corsa.

A final de Noviembre decidimos cambiarle las ruedas delanteras, esa mañana me quedé en casa para dormir (pues trabajo de turno nocturno). El móbil suena, 'Amour' en la pantalla: 'me dirá que ya cambió las ruedas' pensé. Ni de muy cerca. El mecánico le dijo que al intentar arrancar el coche se encuentra que no puede poner ninguna marcha, que estaba rota la palanca de cambio. Me hervía la sangre de imaginarme al tipo forzar la palanca, cargársela y decir: "Uyh!", me imaginaba una reparación adicional de coste escandaloso y me revenía a la cabeza el préstamo para pedir el cambio de taxi (para poder usar el viejo en lugar del que se escacharró por querer cambiar las ruedas). Al final no fué tan trágico, se trataba de la pieza que guía la palanca por las marchas y no la palanca o el cambio de marchas en sí. Después de cambiar esa pieza se acercaba la hora del piscolabis, y con el bocadillo en la mente olvidaron ponerle las ruedas delanteras -de hecho lo habían dejado sin ruedas, ni viejas ni nuevas-, con lo que una mañana completa de aplausos. Una vez cambiadas y equilibradas las ruedas, el coche parecía nuevo. Se podía conducir con los dedos y gran parte de la desviación había desaparecido.

A principios de Diciembre, mientras estaba en el instituto (como tutor de clases de repaso de matemáticas), ella me llama por teléfono para avisarme que en una rotonda tuvo un accidente. Una Qashqai le golpeó el lado izquierdo sobre la rueda trasera al querer salir de la rotonda desde el carril interior, era una mujer que tenía su urgencia y se formuló el acta amistosa adquiriendo esta la responsabilidad del golpe. Fue más el susto que el accidente en sí, pues quedó en un bollo en la chapa que no afecta a la conducción, la aseguradora tenía listo el compromiso de pago y quedaba ser peritado para valorar la reparación.

En Enero tomé cita con el centro de la casa Opel en el polígono industrial de SonCastelló (Palma) para que fuera peritado el golpe. Una vez tasado, el encargado que nos atendió nos aventuró que la reparación supondría tener al menos una semana el coche allí, cosa que no podíamos hacer. Nos llevamos el coche abollado pensando en cuándo tendríamos una semana entera para prescindir del coche, o si valía la pena hacer tal reparación dada esa condición.

Una o dos semanas después, tras una fría noche, el coche no arrancó. El arranque trabajaba pero el motor no llegaba a funcionar. Llamé al mecánico cerca de casa que despues de maniobrar bajo el capó me dijo que las resistencias que calientan el motor al iniciar estaban fundidas, las cuatro. Eso me supuso un gasto inesperado que nos dejó pelados (de hecho le tuve que pagar la segunda mitad de la factura a la semana siguiente). A la semana posterior, ocurrió exactamente lo mismo, el motor no conseguía arrancar. El mismo mecánico forzó el arranque con un spray directamente a la entrada de gas del motor y allí empezó el gran dilema.

Para ese entonces, como medida temporal, el coche dormía en un Parking de Palma (donde habitualmente estaba el taxi) para resguardarlo del frío nocturno del hinvierno. Suponía que el taxi me lo llevaba a casa al terminar el turno a las 3 de la noche (en Algaida, a ~20km de Palma) y por la mañana llevarlo a Palma a la hora en que el peque se va a estudiar, solo por evitar quedarnos tirados en el pueblo que supone que el chico no va al colegio. También queda decir que esas mañanas que dormía bajo el refúgio subterráneo de la plaza de aparcamiento, sí, conseguía arrancar, pero el humo que salía al hacerlo era terrorífico; sumémosle que la correa de la alternadora chirriaba escandalósamente los primeros ~50 metros, más que arrancar, eso era un parto. Pedí una segunda opinión al que era, por decirlo así, "mi mecánico" que por ser el-tío-de-un-amigo le había dado las tareas de cambios de filtro o aceite en otras ocasiones; la borrosa conclusión del diagnóstico traía varias posibilidades, todas ellas caras. Lo suficientemente caras como para no poder pagarlas, menos sin saber cuál era la opción acertada. Entonces, abrumado por los acontecimientos, replanteamos el préstamo del nuevo taxi y despedir el Corsa. Ironia: los intereses del préstamo venía con los números de la llegada al año 2011, con lo que el mismo coche nos salía ahora más caro que el mes anterior.

La solicitud del préstamo, su aceptación, la llegada del coche nuevo, hacerle las cuatro modificaciones para que se convierta en taxi y su burocracia supuso aproximadamente un mes de espera; un mes en que el Corsa, al margen de su abrupto arrancar, funcionó. Una vez terminado todo este trámite, el mecánico que nos trajo el vehículo nuevo que compramos, me sugirió que dejara en su taller el mío para que lo viera un contacto suyo que podía estar interesado en comprar vehículos viejos. Ya de por sí pedí poco por él y como no, éste contacto lo quería rebajar. Durante una semana quedó en "ya te diré cosas", en ese tiempo hubo un amago de un segundo interesado que también "ya te llamaré entre mañana y pasado" pero que no llegó a ser.

"ya te diré cosas" supuso que el lunes lo que me dicen es que una rueda del coche estaba pinchada. Oportunamente rebajarme el precio era casi como hacerme un favor, para no tener que encargarme de cambiar esa rueda para llevármelo de allí. Dudé de cambiarla con la de repuesto, esconder el coche y darlo de baja, de investigar quién fue el ninja travieso para pasar por su domicilio en horas nocturnas y devolverle el favor; no sabía si imperaba la rabia, la frustración, el hambre de venganza, o si valía la pena molestarse tanto por un maldito neumático. Dos días después, finalmente llegué a un acuerdo con el comprador en que omitimos este último trágico suceso. Lo vendí.

--- La aflicción ---

Durante varios días tenía una áspera astilla clavada en la nuca, de cómo no ha sido el final feliz que le podría desear a ese coche. Lo cierto es que en general no le deseo ningún final feliz a ningún coche. Cada vez me aborrecen más estas máquinas del-siglo-pasado, sucias, peligrosas y tan poco eficientes en términos energéticos. Pero ese Corsa era especial. Es realmente extraño como el ser humano puede otorgar valores abstractos personificando objetos que a consciencia es sabido que no piensan, sienten o viven de ninguna forma, pues son máquinas. No le dí un nombre propio para mantener esa distancia, pero al final sigo sintiendo lástima por una herramienta de cuatro tiempos.

Por un lado, cumplió por definición su mérito de jubilación, no sólo pasé con él mi etapa novel, sino también mi mujer. Pero por otro lado, dudo si lo dejé antes de tiempo por la presión que causa contemplar como por cada taller mecánico que pasa queda en peor, como si una bandada de carroñeros se posaran sobre él todavía en vida.

Hablándolo con un compañero, concluía (aproximadamente):
- Si el dinero solo valiera papel, posiblemente ese vehículo seguiría rugiendo.
- Los mecánicos ya se sabe que vas por una cosa y te encuentran de todo, y si encima no eres un entendido del tema te pueden decir cualquier cosa. Pero esto siempre ha sido así. -me decía él-

Esto siempre ha sido así, no solo porque lo damos por supuesto, sino que además lo tenemos aceptado. Seguramente si esto es, y ha sido siempre así, es porque nos lo merecemos por nuestra pasividad.

No quiero entrar en el juego de la acusación por colectivo a todo un gremio, pues ciertos mecánicos han valido mi confianza. Es mas, que puede decir un taxista sobre algo como el prejuicio a ciertos tipos de trabajadores, con la fama que tiene mi actual gremio de astutos e iletrados chóferes públicos que conocen las mil y una para ganar unos €s a su favor. Pero así como sé que hay muchos menos de éstos taxistas de lo que aparenta, también sé lo muy paradójico que resulta que cuanto más visita un coche al taller, peor queda.

Ha sido un final bastante abrupto y me ha dejado mal sabor de boca. A pesar de esto, ha cumplido con su función durante estos últimos años.

--- Despedida ---

Gracias, viejo compañero de ruedas desiguales, por ofrecer tu cuerpo a nuestro lujo de viajar por carretera.
Adiós Corsa del 94.

2 comentarios:

  1. joder, m'ha recordat el meu astra que el vaig canviar per un de mes nou perque ja es veia venir que moriria joder :____(

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  2. Pobre bicho...

    Espero que las cosas mejoren por esas tierras. Andamos todos apretados últimamente :/

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